Elizabeth Warren, senadora e icono progresista de Massachusetts, hizo el anuncio en la víspera de año nuevo.
"Nunca pensé que iba a postularme para nada en mi vida", declaró. "Pero la clase media de EE.UU. está perdiendo terreno y la oportunidad para muchos de nuestros jóvenes se está reduciendo".
Así lanzó su campaña para la presidencia, iniciando oficialmente el ciclo electoral de 2020, 13 meses antes del caucus de Iowa, considerados como la primera contienda.
Entre más de dos docenas de posibles candidatos, es probable que Warren, de 69 años, se destaque por su trabajo en regulación financiera y sus peleas en Twitter con Donald Trump, quien se ha apoderado de una controversia sobre sus afirmaciones de que tiene ascendencia nativa americana, llamándola "Pocahontas".
Si bien el presidente de EE.UU. fue un objetivo unificador para sus oponentes durante los últimos dos años, los votantes demócratas deben elegir una visión y un candidato que apoyen en lugar de sólo votar en contra de un candidato.
La elección de 2020 está resucitando algunos de los fantasmas y rencores de 2016. Warren fue comparada con Hillary Clinton a pesar del hecho de que sus similitudes parecen comenzar y terminar con su edad, género y el hecho de que ambas estudiaron leyes.
Entre los posibles contendientes para 2020, Warren fue clasificada como una candidata de izquierda junto con Bernie Sanders, un compañero progresista y aliado frecuente en el Senado. Sin embargo, los que los conocen a ambos dicen que hay más que los separa de lo que los une. Camden Fine, ex presidente de Independent Community Bankers of America, el principal grupo comercial para bancos pequeños, dice que, a diferencia de Sanders, Warren es una capitalista que cree en los mercados libres. "Ella nunca se describiría a sí misma como una socialista".
La reputación de Warren parece haberse mellado un poco en su base demócrata, principalmente debido a preguntas sobre su decisión de identificarse como nativa americana cuando ingresó a Harvard. A pesar de una investigación del Boston Globe, que descubrió que no había influido en la decisión de Harvard de contratarla, Warren enfrentó aún más críticas cuando decidió hacer pública una prueba de ADN que confirmaba la lejana ascendencia nativo-americana. La Nación Cherokee alegó que estaba "minando los intereses tribales".
En un editorial el año pasado, el Globe instó a Warren a no postularse, advirtiendo que había "perdido su momento en 2016" y que se había convertido en una "figura divisiva". Una reciente encuesta de Iowa realizada por Focus on Rural America descubrió que el apoyo a Warren en el estado había disminuido de 16% a 9% entre septiembre y diciembre, cuando otros candidatos entraron en la carrera.
Dennis Kelleher, director ejecutivo de Better Markets, un grupo de defensa que apoya algunas de las políticas de regulación financiera de Warren, dice que la senadora estaba en una posición imposible con respecto a la prueba de ADN. "Si no abordaba el tema, la habrían criticado. Si lo abordaba, también la iban a criticar".
Antonia Felix, autora de una biografía de 2018 sobre la senadora, dice que gran parte de las críticas recientes se deben a un consenso tácito en los medios de comunicación y entre los líderes del partido de que los demócratas necesitan un candidato centrista para vencer a Trump, una lógica que, según ella, es prematura. También ha habido preguntas acerca de si Warren es "simpática", una palabra que tiende a usarse en relación con las candidatas en lugar de los candidatos.
Aunque las críticas tal vez sigan aumentando, Warren parece indiferente. Un día después de que comenzó la nueva sesión del Congreso, iba en camino a Iowa para organizar cinco eventos en tres días, iniciando una vertiginosa maratónica campaña. Si logra su objetivo final, no habrá nadie más sorprendido que Warren, afirma Fine. "Creo que ella sería la persona más sorprendida en Estados Unidos".
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